domingo, abril 22, 2012

Y ahora, ¡santos taxistas!

Desde que me puedo acordar, he mantenido una relación de amor-odio con la Ciudad de México. Siempre ha sido sucia, monstruosa, inabarcable e incontrolable..., pero también inasible, llena de historia y memorias terribles y maravillosas. Desde hace unos años se han desarrollado grandes avances sociales que me han hecho sentir que estoy viviendo en un lugar donde vale la pena vivir. Una de las aristas más extrañas, desagradables, curiosas, y a veces gratamente sorprendentes son los taxistas. La gran mayoría de las veces son totalmente neutrales: hacen su trabajo y punto. Algunas veces son confiables: uno les dice la dirección a donde va uno y conocen la ruta para llegar ahí. Frecuentemente, y para la desgracia de los capitalinos y los huéspedes de esta ciudad, son tramposos: ponen diablitos (modifican el funcionamiento) en los taxímetros para que cobren más, toman la ruta más larga o más lenta para aumentar el cobro, etc. Y la mayoría de las veces tienen un nivel cultural promedio a la ciudadanía; gracias a los programas de radio que van escuchando he aprendido muchas de las tendencias populares en la cultura mexicana (o por lo menos de la Ciudad de México), por ejemplo, los alarmantes programas de "broma" de muy mal gusto y hasta moralmente dañinos; "La Mano Peluda", programa de terror y narraciones de fantasmas, maldiciones, aparecidos, etc., muy primitivo e infantil literariamente (más que horror daba risa), etcétera.

Pero hay chispitas luminosas que destellan de repente: el domingo pasado me encontré a un taxista con un nivel cultural bastante encomiable. Bastante informado y con criterio abierto. Me sorprendió mucho que estuviera escuchando Horizonte 108, la única estación de Jazz que nos queda en esta Ciudad de México tan sumergida en el barbarismo y que tuviera una visión crítica de la realidad en vez de conformarse con el fodongo enfoque de echarle la culpa de todo a los políticos.

Hay veces en que la Ciudad de México hay chispas de esperanza.

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