domingo, septiembre 30, 2007

¡Santos microbuseros!

Aunque lo estaba oyendo, no podía creerlo, oía la voz celestial de un canto con reminiscencias celtas, oía el golpe orquestral y no podía creerlo.

Acababa yo de subirme al micro de salida de mi trabajo al metro; generalmente los microbuseros de esa ruta (por Vallejo) son especialmente primitivos y trogloditoides, a tal grado que muchos los conocemos bajo la denominación científica micropithecus deefensis.
Pero en este microbus en particular, el chofer estaba oyendo música coral orquestada bajo influencias celtas. ¡Y lo estaba oyendo el chofer!, no por obligación ni nada así, sino ¡porque quería!

En esta ciudad tan inconcebiblemente compleja, tan llena de odio, donde se premia la indiferencia, la ignorancia y el mal gusto, detalles como éste me hacen sentir que no todo está perdido.

2444.97

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