Hoy recibí una beso de la mujer más hermosa del mundo.
Bueno, es la más hermosa solamente si la comparamos con las otras mujeres en la compañía donde trabajo, y si la comparación se limita al departamento de sistemas y solamente mujeres que se llamen Norma.
Ni siquiera fue un beso muy espectacular o especialmente rico: fue un besito en la mejilla, de pajarito para despedirse de la jornada laboral. Un besito de amigos, de cuates.
Me puse a pensar que la mujer que amé, a la que estaba dispuesto a darle el alma, nunca me dio un beso parecido, ni nada que se le aproximara.
De hecho nunca me va a dar ni la hora.
2424.24
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