BEGI Y EL MALVADO HECHICERO
Begi llegó a un pueblo en que todo el mundo temía a un hechicero llamado Tgu. Podía hacer que abortaran las vacas y las mujeres, podía incendiar chozas sin acercarse, podía hacer muñecos de brujería y, si clavaba su cuchillo especial en la huella que hubiera dejado alguien en un camino de barro, esa persona enfermaría o moriría.—Quiero que me ayudes a matar a un hombre cuyo nombre no te puedo decir —dijo Begi a Tgu.
—Págame —dijo el hechicero—. Pero tienes que traerme algo suyo: un pelo, o un trozo de uña, o algo de ropa que haya llevado.
—Te traeré algo suyo —dijo Begi. Se fue y volvió con un poco de excremento.
También dio al hechicero un espejo y algunas hierbas valiosas que había reunido.
El hechicero hizo un muñeco de brujería y lo asó al fuego, cantando poderosos cantos mágicos. Cuando llegó el alba, la gente del pueblo se acercó a ver, porque temían venir de noche, pues la magia era tan poderosa.
—El hombre morirá —dijo el hechicero.
—Ahora te puedo decir su nombre —dijo Begi—. Se llama Tgu.
El hechicero cayó al suelo hecho un guiñapo, aullando que le habían engañado. Dijo que estaba seguro de morir en seguida.
—Espera una hora más —dijo Begi al jefe de la tribu en un aparte—. Luego puedes decirle que el excremento pertenecía a un amigo mío de otro pueblo llamado Tgu. Me voy a reír con mi amigo de la estupidez del hechicero.
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